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Reseñas
Todos llegamos a esta vida con sueños. Esas proyecciones mentales sobre cómo nos vemos a nosotros mismos unos años en el futuro. La lógica nos dice que si nos esforzamos, lograremos cumplir esas metas y alcanzar la absoluta felicidad. ¿Quién no ama la idea de poder vivir haciendo lo que le gusta? Se trata de la meta más importante para algunos.
¿Pero qué pasa si esto no ocurre así? ¿Qué ocurre si, por mayor que sea el esfuerzo personal, esa meta no se cumple? Nos encontramos en un panorama desolador que puede llevarnos a punto crítico.
‘Toy Story 4’ es la respuesta a esa visión tan oscura y pesimista. Está ahí para mostrar que hay luz al final del camino. Que el hecho de que las cosas no siempre suceden como planeábamos no significa que hayamos fracasado. Y que las nuevas oportunidades nunca dejarán de llegar.
Cuando se anunció la cuarta parte de la exitosísima franquicia que puso a Pixar en el mapa, el pensamiento popular llevó a creer que se trataba simplemente de otra de las secuelas innecesarias del estudio. Si algo se le ha dado de forma regular al estudio es el fenómeno de las secuelas, pues solo la saga de la que habla este artículo ha salido airosa en todas sus entregas.
La historia de Andy había tenido un cierre más que perfecto, con un grado de madurez (pero también de nostalgia) que tocó las fibras más sensibles de aquellos que crecimos viendo a estos personajes. Los juguetes habían encontrado nuevamente el amor en la pequeña Bonnie, quien vino a darles un hogar donde vivir y jugar por muchos años. Entonces, ¿qué más puedes contar acerca de esto? Sorprendentemente, aún faltaba un punto que tocar alrededor de la trama. Y es que la saga ‘Toy Story’ ya no tiene que ver con dejar cosas atrás para madurar; sino a lo que viene después de eso y cómo será afrontado.
‘Toy Story 4’ es en realidad la historia de Woody tratando de encontrar su lugar en el mundo, uno donde ya no es el juguete favorito de su niña, pero donde aún quiere que sea feliz. Esto se vuelve la mayor motivación del personaje a lo largo del film, que vuelve a cobrar vida de la mano de Tom Hanks con el tremendo nivel de actuación que lo caracteriza.
Y es esto mismo lo que lo une con la antagonista de esta historia, Gabby Gabby. Se trata de una muñeca que, por un defecto de fábrica, nunca llegó a las manos de ningún niño. La tristeza logró convertirse en resentimiento y eso llevó al odio y la maldad. De los villanos más empáticos de toda la franquicia, sobretodo porque su trágica historia no permite que la veamos como tal. Su historia está unida a la de Woody de la misma forma que comparten el mismo sistema de voz.
La película, eso sí, descuida un poco a los personajes clásicos de la franquicia, quienes no tienen un peso real en la trama y sus acciones se reducen casi a simples participaciones especiales. Hasta el gran Buzz Lightyear es reducido a un simple alivio cómico y consejero ocasional, con casi nula influencia en el desarrollo de la acción.
Pixar sabe que ya conocemos a estos personaje a la perfección y, como se mencionó antes, esta ya no es su historia. El film resuelve darle lugar al regreso de antiguos personajes ya olvidados y a la incorporación de varios nuevos.
Por medio de Forky, por ejemplo, Pixar plantea con mucha creatividad uno de los muchos mensajes de la cinta. El hecho de que también un muñeco a base de basura sea un juguete y se identifique como tal, demostrando que ser diferente a la norma no implica que no se pueda unirse a un grupo ya formado.
Esto último no es explorado muy a fondo en el metraje, pero es un detalle que se agradece. El personaje resulta dar no solo la justa dosis de comedia a la película, sino que también otorga una nueva visión del mundo de estos juguetes. Uno donde lo que les da vida es precisamente el amor que sus dueños tienen por ellos. Es por eso que no olvidan de donde vienen y temen ser dejados atrás. Sin duda, el personaje más interesante de esta nueva entrega.
El regreso de Bo Beep, cuyo paradero se desconocía desde la anterior secuela, le permite adaptarse a los movimientos culturales de los últimos tiempos. Bo ya no es una pastorcita indefensa y casi sin participación en la trama; los años y la vida en solitario la han hecho cambiar hasta volverla fuerte e independiente de cualquier niño, siendo ahora partícipe integral de la historia, convirtiéndose en un elemento fundamental no solo para la misma, sino también para Woody. Ella es la clave para que este encuentre su nuevo camino.
Duke Kaboom llega para darle el componente de acción y humor negro al film. Interpretado por Keanu Reeves, es la muestra del problema que afrontaba Woody en la segunda entrega: el miedo a decepcionar a su niño.
En cambio, los juguetes de peluche son lo todo lo contrario. Nunca han sentido el amor de un niño y es lo que más anhelan en el mundo. Ambos otorgan junto a Duke el componente ácido al humor del filme, especialmente en la secuencia que protagonizan cuando quieren poner en marcha uno de sus planes.
A nivel técnico, nos encontramos con un nivel de detalle nunca antes visto en una película de animación. Pixar siempre ha demostrado su capacidad para reinventar su propia tecnología en cada nueva producción, pero el despliegue visual que maneja la cuarta entrega de esta saga es algo digno de disfrute. Prestando atención, es posible vislumbrar elementos.
Las partículas, explosiones, luces y movimientos dinámicos te meten de manera inmediata en la historia. Animación y trama se conectan muy bien para dar una obra redonda por donde quiera que se vea. Los colores tan vivos hacen que nunca desvíes la atención sobre lo que está ocurriendo en pantalla.
En el apartado sonoro y musical, el film recupera lo mejor de la saga para ofrecer un soundtrack que rinde un homenaje a la franquicia en todo su esplendor. Sus nuevas composiciones no se sienten tan inspiradas, pero el juego que realiza con la imagen logra un equilibrio perfecto entre ambos apartados.
Se extraña una canción original, algo presente en las dos primeras entregas pero ignorado en estas dos últimas. Pero el regreso del clásico “You´ve got a friend on me” rápidamente hace de rescate para llenar ese vacio.
Todos estos elementos dan como resultado una historia emotiva, cómica y muy cargada de nostalgia. Si creciste con estos personajes, sin duda tocará fibras sensibles. La saga ‘Toy Story’ llega a su fin con una historia muy personal que se anima a ir más allá, buscando nuevas formas de llegar al espectador.
‘Toy Story’ hablaba sobre el miedo a ser reemplazados. ‘Toy Story 2’ sobre el miedo a ser olvidados. ‘Toy Story 3’ sobre volver a creer y esta última entrega sobre entender que siempre hay otro camino. No todo siempre sale como planeamos, pero esto no tiene por qué ser algo malo.
‘Toy Story 4’ no es la mejor película de Pixar, ni siquiera es la mejor de la saga a la cual pertenece. Abusa mucho de repetir tópicos que ya hemos visto en entregas pasadas, pero no por eso deja de ser una película muy bella, con alma y que rinde homenaje a aquellos espectadores que hemos estado ahí desde el inicio. Aquellos que hoy decimos adiós al infinito… y más allá.