Reseñas

21 de mayo 2019

Aladdin – Un mundo de nostalgia

Valoración:

Guy Ritchie llega al mundo Disney con este remake de un clásico.

 ?6´

Guy Ritchie es un director al que le tengo mucho aprecio. En mi adolescencia, ‘Snatch’ se convirtió en un elemento fundamental para mi futuro como estudiante de cine. Desde entonces, su carrera se ha mostrado muy irregular. Pasando por el cine independiente y teniendo sus experimentos en el cine más mainstream, se hizo dueño de un estilo muy particular y distinto a otros. Es refinado, pero grotesco a la vez. Su cine busca retratar muchas veces la marginalidad desde un punto de vista cómico y en el cómo esto puede impactar con las clases más altas.

Planteado así esto parece una virtud, que ciertamente lo es y representa la esencia de su cine, pero de esto se desprende también su principal carencia, y es que todas sus películas no trascienden los límites de los juegos y malabares narrativos, visuales y argumentales.

Luego de una gran carrera aunque con algunos tropiezos, es elegido por Disney para adaptar a la pantalla grande una de sus historias más famosas, siguiendo la nueva tendencia del estudio a contratar a directores famosos para darles su sello personal a las historias ya conocidas por todos. Y, con algunos peros, sale bastante airoso.

Para hablar del desarrollo de sus personajes hay que hablar primero de la forma en que trabaja el director. Los personajes de Ritchie suelen tener apodos, algunos irónicos que los personajes se ganaron por alguna cualidad que los distinga. Aladdin recibe epítetos como “ladrón” o “criminal” constantemente. No es coincidencia que el director inglés haya sido el elegido para retratar esta parte de la vida del personaje, puesto que manejarse en el terreno de los bandidos de buen corazón es algo común en él.

En cuanto a la fotografía, podemos encontrar movimientos y giros de cámara veloces que
acompañan al ritmo frenético que logra el montaje final. En general, se utilizan primeros planos y planos contrapicados que realzan el rostro de los personajes. Por otro lado, la cámara se aleja en las escenas de vuelo y sobretodo en los planos panorámicos, con el objetivo de realzar la visión de los extensos desiertos y ciudades antiguas. También ocurre esto en las escenas de acción, que no son muchas pero sí están bien logradas.

En cuanto a iluminación, encontramos en algunas escenas temperatura color fría para la noche y algunas locaciones concretas, aunque en la mayor parte del tiempo es muy cálida debido a la representación que el film hace de las tierras árabes. Vemos que juega con el encuadre dentro del encuadre. Si bien la película está llena de momentos frenéticos, las escenas con mayor potencial de contenido explícito son evitadas y reemplazadas por planos largos que evitan completamente la violencia explícita, lo que anula de alguna forma la violencia, volviéndola sugerida e irónica. Este es sin duda uno de los sellos de identidad de Ritchie, quien prefiere sugerir antes que enseñar, lo que se adapta perfectamente al tono ligero del film. El humor negro característico del director se mantiene en esta película, pero tratado de una manera muy sutil y casi imperceptible.

El arte del film es verdaderamente bello. Si bien realiza un amalgama de la cultura de varios países y culturas de la época que representa, apela al desconocimiento del espectador para mostrar un despliegue de vestuario que solo una casa productora del tamaño de Disney puede lograr. Los colores están llenos de vida incluso en los villanos y los escenarios así como los personajes hechos por CGI tienen muchísimo detalle. Lejos quedaron esas imágenes de algunos tráilers que generaban dudas.

En las actuaciones encontramos un ambiente un tanto irregular. Naomi Scott se pone al hombro el papel de Jazmín, quien además sufre una actualización en su desarrollo como personaje pues quiere participar activamente en la política de su nación (a diferencia de la versión original, donde su mayor deseo era enamorarse y tener la bendición de su padre). Jazmín es una mujer en busca de su lugar en el mundo, decidida a tomar el lugar de su padre y actuar de manera justa frente a su pueblo.

No solo hace un gran papel, sino que se desenvuelve muy bien en las coreografías y sobretodo en las canciones de la cinta. Porque no olvidemos que Aladdin tiene sus números musicales. Naomi tiene una linda voz a la que sabe sacarle jugo, especialmente en las canciones unipersonales, donde hace uso de un despliegue coreográfico asombroso en sintonía con un plano secuencia ejecutado con enorme maestría.

No se puede decir lo mismo de su antagonista. El Jafar de Marwan Kenzari no es intimidante, no es memorable ni produce incomodidad como sí hacía su versión animada. Su voz no ayuda en esta ocasión, demasiado aguda y poco imponente para un personaje que teníamos tan marcado en nuestra infancia como alguien que provocaba miedo y respeto por igual.

Por otro lado, Mena Massoud no termina de sentirse totalmente cómodo en el rol de Aladdin. Sus escenas dramáticas y cómicas están muy bien logradas, pero su voz no brilla en las canciones del film. Seguramente esto está cargado de subjetividad ante el despliegue de la versión original, pero sus intervenciones vocales se sienten un escalón por debajo de las de su par animado.

Sin embargo, no todo entra en este parámetro. Will Smith como Genio se roba cada escena en la que interviene. Su carisma y talento le permiten estar incluso a la par de la versión del difunto Robin Williams, dotando al personaje de una personalidad refrescante del personaje.

Además, este film le permite retomar una faceta que había dejado un poco atrás: su carrera como cantante. Sus números musicales son numerosos y de los más altos de todo el film; se nota que el actor se siente cómodo en estas secuencias y logra mostrarlo como la mejor opción para esta nueva versión del personaje.

Y hablando de la música, hay que destacar que las nuevas versiones de la clásica banda sonora son buenas sucesoras de sus contrapartes más antiguas. Los arreglos aumentan aún más la influencia árabe en sus composiciones y las nuevas canciones (especialmente el solo de Jazmín), son una agradable incorporación a la cual darle la bienvenida.

En conclusión: Aladdin no reinventa al film original, ni tampoco es un homenaje a este. Pero si es una correcta nueva incorporación a esta nueva tendencia del estudio a revisitar sus clásicos y es posiblemente una buena forma de acercarles esta historia a aquellos que no la conocen.

Se disfrutarán las canciones y los cambios ligeros en la trama permiten darle un aspecto más maduro, menos inocente. Un mundo ideal para soñar y aferrarse a la nostalgia. No reemplazará nunca al film de los 90’s, pero sí puede llegar a atraer a nuevos espectadores.