Reseñas

22 de julio 2019

Crawl – Nos vemos luego, cocodrilo

Valoración:

Alexandre Ajá es un director con una carrera bastante atípica. Enmarcado casi siempre en el terror, se permite salir de su zona de confort y experimentar con distintos subgéneros de este, casi siempre con buenos resultados.

Su respeto por los clásicos de los 80’s le han permitido hacerse cargo de remakes como ‘Piranha 3D’ (con un humor negro y terror bizarro muy bien logrado) o el del clásico de Wes Craven, ‘The hills have eyes’. Es esta habilidad para manejar varios subgéneros dentro del terror lo que sin duda atrajo la atención de Sam Raimi para su elección como director de ‘Crawl’.

El film no pierde tiempo en darnos una historia compleja porque no le interesa hacerlo y es justamente lo que permite que podamos empatizar con los personajes. Sus dramas familiares son más bien recursos que se dan únicamente para que el espectador pueda relacionarlos con las acciones de los personajes. Y es que el conflicto físico es una metáfora muy explícita del conflicto emocional de los mismos.

La protagonista, Haley (interpretada por Kaya Scoledario) está preocupada por su papá, a quien hace tiempo le ha detectado tendencias suicidas luego de divorciarse de su madre. Por otra parte, su padre (Barry Pepper) no ha hablado con ella en un largo tiempo, lo que lo lleva a una profunda depresión. Es por eso que cuando una peligrosa tormenta comienza a crecer y a devorar todo a su paso, Haley va en su búsqueda a pesar de todo y, siguiendo una serie de pistas, termina descubriendo algo horrible.

El director francés regresa, de esta forma, al género que le dio fama en nuestro lado del mundo: el horror con animales. Y en este caso más que nunca, pues los principales antagonistas de esta historia no son más que cocodrilos comunes y corrientes, sin ningún tipo de mutaciones, antecedentes prehistóricos o espíritus malignos.

La dificultad viene dada por el otro gran antagonista del film: un huracán categoría 5 que devora todo a su paso que ha arrastrado al pequeño barrio residencial de los protagonistas un enorme nido de caimanes, con sus respectivos huevos y crías ansiosas por devorar carne humana.

Ajá resuelve con mucha altura la forma en que retrata el comportamiento de dichos animales, quienes son en realidad muy territoriales y no atacarán a menos que estén en su ángulo de visión. Otro elemento clave es su interacción con sus presas, puesto que son muy entusiastas con el hecho de jugar con su futura comida.

En el apartado técnico, es de aplaudir el excelente uso que le dieron al poco espacio con el que contaban para filmar. Recordemos que casi todo el film ocurre en el interior de un sótano inundado, lo que lleva a un uso interesante de primeros planos o generales con mucha profundidad.

En conjunto con la dirección de arte, logran documentar un ambiente opresivo y desolador, con tonos verdosos fruto del agua pantanosa proveniente del río desbordado por el huracán. Todo esto cortado por el festín de sangre y tripas que desborda muchas escenas del film de un impacto visual bastante grotesco pero atractivo.

El equipo de efectos especiales también hizo un gran trabajo, ya sea por el nivel de detalle que presentan los caimanes (junto a un buen trabajo de luz que permite ocultar sus defectos) y con el realismo que presenta la feroz tormenta, con litros de agua entrando por todas direcciones.

El sonido merece también su mención honorífica. Por un lado, por la dificultad que conlleva registrar diálogos en un ambiente lleno de agua y por el otro, por la gran recreación de sonidos de los animales, así como de la fuerte tormenta que azota la ciudad.

En cuanto a narrativa, ‘Crawl’ nunca para de crecer. La suma de apuestas es una constante a lo largo de la hora y media de duración ya que siempre ocurre algo que genera un nuevo conflicto, provocando a su vez que aumenten las ganas del espectador de que estos se resuelvan.

Puede que el montaje se lleva la peor parte (en cuanto a continuidad, el avance del nivel del agua a veces no coincide), pero no es algo que afecte demasiado en la experiencia. De todas formas, tiene momentos brillantes como la secuencia previa al encuentro entre la protagonista y los cocodrilos, con ese eterno recorrido por la casa y sus indicios sobre un posible suicidio.

Y es que la depresión es algo que marcará el film a lo largo de toda su extensión. Haley deberá usar todo lo que aprendió de su padre (quien la convirtió en una experta en natación a la que siempre se le exigió demasiado) y este deberá entender que es tiempo de iniciar una vida nueva. Solo entonces Haley logrará convertirse en la depredadora alfa que el film tanto insiste en encontrar, una que sea capaz incluso de enfrentarse al rey de los ríos y pantanos.

Alexandre Ajá encuentra su cara más madura desde ‘The hills have eyes’ en un film que combina lo mejor del género catástrofe y el cine de monstruos con un conflicto tan hilarante como tenso, reflotando el clásico mito del cocodrilo en las alcantarillas y con una protagonista lista para sobrevivir a mil desgracias a la vez.

Se trata de un film sin pretensiones, con una historia simple pero entretenida que sin duda logra generar la tensión propia del subgénero al que pertenece y logra que uno se preocupe por sus protagonistas. Quizás se toma demasiado en serio de a momentos, pero no es algo que afecte a la experiencia en absoluto.

En una época llena de superproducciones, no es una mala opción optar por una película más pequeña, de menor presupuesto, pero que logra ser muy disfrutable. Eso sí, aléjense del agua en su salida de la sala; no querrán llevarse una desagradable sorpresa.